lunes, 5 de mayo de 2014

Joaquin Rodrigo

Partitura

 

El maravilloso adagio del “concierto de Aranjuez” que el maestro Joaquin Rodrigo, ciego desde los tres años de edad, compuso en el año 1939 en un ambiente tenso por las últimas etapas de la Guerra Civil española y la incipiente Segunda Guerra Mundial, pero lo que jamás imaginé es la historia que oculta esta composición y que hoy, navegando por la red, he descubierto y constatado que es cierto por declaraciones en video de su propia esposa. Resulta que el maestro estaba casado con Victoria Kamhi, una joven pianista turca, la cuál estaba embarazada y esperaban con toda la ilusión, de por aquel entonces castigado mundo, el nacimiento de su primer hijo. Se encontraba el maestro en plena composición de la obra y su mujer cayó gravemente enferma y tuvo que ser ingresada de urgencia en un hospital de Madrid. Los doctores anunciaban poco después al maestro que su mujer y su hijo iban a morir con casi completa seguridad. Después de oír aquello, el maestro Rodrigo regresó a casa, se sentó delante de su piano y de la forma que él sabia expresar sus sentimientos era a través de la música, así que compuso el principio del segundo movimiento. Finalmente Victoria viviría, pero su hijo nació muerto.
El segundo movimiento, es un diálogo musical entre Dios y el compositor. Un diálogo que comienza con un precioso fragmento, un desconsolado paseo de vuelta a casa después de conocer la noticia, y el inicio de una lastimera oración a Dios, suplicándole que no se lleve las almas de su mujer y de su futuro hijo.
Es un comienzo extremadamente hermoso, capaz de llegar a cualquiera, de tan dulce que suena. De repente, entra una guitarra, con voz propia, con los ojos llenos de lágrimas insistiendo en la petición a Dios, buscando su misericordia... pero cuando llega la contestación de Dios (la orquesta), es para replicarle que, para que su mujer viva, su hijo deberá morir.
Con tremenda tristeza y resignación, la guitarra acepta esa cruel condición que Dios impone y es entonces cuando se produce la ascensión del alma del nonato a los cielos, expresada en un sólo de guitarra en el que el maestro Rodrigo entrega el alma de su hijo para recuperar, al menos, el de su mujer.