Héitor Villa-Lobos
De madre indígena, sus primeras lecciones
musicales las recibió de su padre, violoncelista aficionado. El
violoncelo, precisamente, iba a ser su primer instrumento músico; más
tarde aprendió a tocar el piano y varios instrumentos de viento.
Formado
musicalmente al margen de las instituciones y los conservatorios
oficiales, fueron determinantes los viajes que realizó al interior de
Brasil a partir de 1906, en que conoció los cantos tradicionales de los
indios de la selva amazónica, que ejercerían una influencia decisiva en
la conformación de su estilo, caracterizado por una absoluta
originalidad formal y armónica, libre de las convenciones del
nacionalismo más académico, pero en el que la recreación, más que la
alusión directa, de melodías y ritmos indígenas ocupa un lugar
preferente.
En 1915 se dio a conocer, no sin
polémica, en un concierto celebrado en Río de Janeiro e integrado todo
él por sus propias composiciones, cuya novedad chocó con el
conservadurismo del público asistente. Una beca concedida en 1923 por el
gobierno brasileño le permitió afianzar su formación en París; a su
regreso ejerció la enseñanza en distintos centros, al tiempo que su
música conquistaba el reconocimiento nacional e internacional.
De su abundante producción sobresalen las nueve Bachianas brasileiras
(1932-1944), en las que Villa-Lobos se propuso sintetizar el
contrapunto de Bach con las melodías populares de su patria, la quinta
de las cuales, compuesta para soprano y conjunto de violoncelos, ha
conquistado merecida fama. Cabe destacar también los quince Chôros (1920-1928) para distintas combinaciones instrumentales, y obras como el poema sinfónico Amazonas (1917), el Rudepoema para piano (1926), la ópera Magdalena (1947), el ballet Emperador Jones (1955) y la Sinfonía núm. 12 (1958).